lunes, 22 de febrero de 2010

La Condesa von Bismarck

Margaret Edmona “Mona” Travis Strader Schlesinger Bush Williams von Bismarck-Schönhausen de Martini (1897-1983) fue una socialite que se erigió en ícono de la moda durante la primera mitad del siglo XX. Nació en Louisville, Kentucky, hija de Robert Sims Strader y de Bird O'Shockeny.

En 1917 se casó con Henry J. Schlesinger, un hombre 18 años mayor con quien tuvo un hijo, Robert Henry. A cambio de medio millón de dólares Mona cedió a Schlesinger la custodia de su hijo cuando se divorciaron en 1920. El segundo marido de Mona fue el banquero James Irving Bush, 14 años mayor que ella, de quien se decía que era “el hombre más apuesto de América”. Se divorciaron en París en 1925.



Mona Williams en Palm Beach (1931)


En 1926, Mona abrió una tienda de vestidos en Nueva York, pero previamente se había comprometido con el millonario Harrison Williams, poseedor de una fortuna estimada en 600 millones de dólares (¡de la época!). Fiel a su estilo, había elegido para casarse a un hombre 24 años mayor que ella, lo que ocurrió el 2 de julio de 1926. Para su luna de miel hicieron un crucero alrededor del mundo en el Warrior, el yate de placer más grande y más caro de aquel tiempo. A su retorno, Williams compró la mansión georgiana de la 94ª y 5ª, diseñada por Delano & Aldrich en 1915 para Willard Straight. El matrimonio también poseía una propiedad en Long Island, Oak Point, una casa en Worth Avenue de Palm Beach y la villa Il Fortino, en la Marina Grande de Capri, en tierras que pertenecieron primero a César Augusto y luego al Emperador Tiberio.



Buenas maneras: relaciones sociales en casa de Elsie de Wolfe (Lady Mendl)


Aunque los ’20 pueden alardear de un número considerable de personalidades sobresalientes entre las mujeres de moda, ese número había disminuido o se había retirado de escena en el período que siguió a la depresión de 1929. Una de las pocas bellezas destacadas de los ’30 fue Mona, que representó el compendio de todo lo que puede hacer florecer el gusto y el lujo.


Sus mansiones, sus muebles, sus joyas, su modo de vivir, ella misma, todo constituía una verdadera obra maestra. En su apariencia se impuso a sí misma la limitación de los colores pálidos que complementaban su extraordinario colorido personal, haciendo resaltar sus ojos de aguamarina, su pelo corto plateado y su cutis que irradiaba la inmaculada perfección de la salud. Más que ninguna otra mujer, Mona Williams poseía también la cualidad norteamericana de la lozanía.




Fotografiada por Cecil Beaton en sus habitaciones del Hôtel Lambert


Ninguna anfitriona francesa o sudamericana hubiese podido seguramente rivalizar la casi irreal perfección de pulcritud y fragancia a nuevo que ella supo crear en el ambiente de su casa de la Quinta Avenida. Todo se mantenía allí en un estado de tersura pulida y deslumbrante. No hubo nada que estuviese nunca ajado y ninguna de sus alfombras persas presentó jamás señal alguna de desgaste. Sus cuadros de Goya, de Boucher, de Reynolds, habían sido tiernamente preservados de la oxidación de los años. No podía encontrarse ni una mota de polvo en los volúmenes conservados en su biblioteca de aire acondicionado. Los muebles ingleses y las lámparas de cristal estaban pulidos hasta el máximo y el parquet estaba encerado y reluciente.



Pintada por Salvador Dalí (1943)


Las flores de Mona Williams producían especialmente una asombrosa impresión de frescura y vigor: lirios, claveles y orquídeas parecían que no fueran a marchitarse nunca; de igual modo sus porcelanas y sus cortinas de seda, sus búcaros de Fabergé y sus zapatos de raso con hebillas de diamantes… todo parecía contribuir a aquel ambiente prístino, como si acabase de salir de su estuche. En Inglaterra habría habido un almohadón ajado sobre un sofá de estilo, una pátina en el mobiliario de pesado roble, pero el hecho de que en la casa de Mona Williams no hubiese absolutamente nada de ello producía una impresión de lujo estudiado que resultaba ya por sí mismo sobrecogedor.


En 1933, Mona fue nombrada “La Mujer Mejor Vestida del Mundo” por Chanel, Molyneux, Vionnet, Lelong y Lanvin, convirtiéndose en la primera americana en recibir tal honor. La duquesa de Windsor en 1934 y Elsie de Wolfe en 1935 también recibirían ese título. Williams murió en 1953 y Mona casó el año siguiente con el conde Albrecht von Bismarck-Schönhausen, decorador de interiores y nieto del canciller alemán Otto von Bismarck. Vivieron mayormente en París -en un apartamento del afamado Hôtel Lambert- y en Capri.



La Condesa von Bismarck (1959)


Mona enviudó en 1970 y en 1971 contrajo un nuevo matrimonio, esta vez con el siquiatra de Bismarck, Umberto de Martini, un falso noble catorce años más joven que ella. Recién luego de la muerte de él en un accidente de automóvil en 1979 Mona se dio cuenta que Martini, al igual que Bismarck, se había casado con ella por su dinero y posición (el mismo camino que ella había seguido con Schlesinger, Bush y Williams tantos años antes). Snob hasta en los menores detalles, cuando Cristóbal Balenciaga cerró su atelier en 1968 Mona no abandonó su dormitorio de la villa de Capri por tres días enteros.

Al final de su vida creó la Fundación Mona Bismarck para promover actividades artísticas, literarias, científicas y educativas, particularmente aquellas que fomentan la amistad franco-americana. Se distanció de la mayoría de sus amigos y vivió tranquila en su villa Il Fortino hasta que, cuando su salud falló, se trasladó a su apartamento parisiense del nº 34 de Avenue New York. Allí, reclinada en su vasta cama de dosel, bajo un techo alto simulando un cielo azul del Mediterráneo, miraría por su ventana al Sena hasta que la encontró la muerte el 10 de julio de 1983.


El logo de la Fundación Mona Bismarck

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